sábado, 3 de enero de 2015

PREMIO MUNICIPAL 2014

PALABRAS DE AUGUSTO CASOLA CON MOTIVO DE RECIBIR EL
PREMIO MUNICIPAL DE LITERATURA 2014

           Un premio literario no es consagratorio ni establece jerarquías. No pasa de ser el pestañeo de una luciérnaga y su duración apenas alcanza al de aquel. El reconocimiento de la obra de arte es casi siempre posterior a la vida física del artista y la transcendencia del escritor no constituye una excepción, aunque existen circunstancias fortuitas que promocionan a autores menos que mediocres sea por el mercadeo internacional o el apoyo de instituciones que recurren a los mismos esquemas  que,  de labios para afuera, muchos de sus miembros manifiestan rechazar, para luego sumarse  al oportunismo y el acomodo.
Sin embargo, pese  a corresponder a la utopía rousseauniana, yo también pienso que todavía existen “hombres antiguos en los tiempos modernos”, que cultivan el amor a la patria, integridad moral y la pasión por la libertad, personas que  no destruyeron todavía los lazos  de solidaridad ni desarrollaron el desmesurado afán de enriquecimiento.[1]
La intención de “Café con leche con pan y manteca” fue rendir homenaje a los 40 años de la edición de mi primera novela, “El laberinto”, en 1972,  con la cual di el primer paso en lo que después se transformó en una carrera que cuenta con 16 títulos publicados al presente y  abarca la narrativa, el ensayo y la poesía.
Me satisface que Café con leche haya sido galardonada. Me satisface porque el premio recae en una novela que, en mi opinión, es el resultado de la madurez del escritor y me satisface porque muchas veces es más fácil acceder a un premio cuando no se conoce el nombre del autor que cuando se lo conoce y me satisface el hecho de quedar unido, a través de él,  al nombre de ese gran escritor y gran señor que fue Rubén Bareiro Saguier, a quien va dedicado este Premio Municipal de Literatura 2014.
Ojalá que este Premio Municipal de Literatura,  el segundo en importancia en nuestro país, alcance mayor relevancia y afecte más de cerca a quienes, circunstancialmente, corresponda administrarlo, ya  que ondear la bandera del crecimiento cultural, puede ser una plataforma novedosa con que captar el interés de un importante grupo ciudadano, ansioso por encontrar el ambiente propicio donde exponer sus puntos de vista, con el recurso de parámetros inusuales y desacostumbrados.





























[1] Estudio preliminar a El contrato social, por María José Villaverde. Altaya. Barcelona. 1993